RECONOZCO que no observo del todo imperturbable el apareamiento de esos dos antílopes. Al contrario, he de confesar que la escena me provoca un cierto regodeo. No es cuestión de voyerismo: ya soy demasiado viejo para dejarme encender por el deseo de otros placeres que no sean los de un bocado exquisito. De carne, por supuesto. Y bien jugosa, si se sabe esperar, como yo estoy dispuesto a hacerlo, los nueve meses que tardará en surgir de esta escena carnal una tierna y suculenta criatura. En fin, voy a poner orden, que vienen a grabarme de los documentales de La 2 y lo tengo todo hecho una leonera.