EN SUS TIEMPOS de bohemio casposo y poeta de barra le habría susurrado a su presa uno de aquellos versos oscuros de los que tiraba cuando quería ligar. Ahora los hectólitros de cerveza, los años y las lorzas apenas le dan para balbucirle al pavo que tiene al lado: Tío, tú eres mi mejor colega, tío, tendríamos que vernos más a menudo, tío, aunque los colegas de verdad tampoco necesitamos estar todo el día ahí… como si fuéramos novios, tío. Por cierto, ¿cuánto hace que no nos veíamos? —Pues… desde que cerraron el bar donde todos los días acabábamos «cocíos», tío, lo menos hace ya… veinte años. Tío.