DICEN que tiene una nariz de oro capaz de descubrir en el vino aromas nuevos y sutiles colores que refiere con palabrería barroca. Su modelo es Grenouille, el perfumista de Süskind; de hecho, se cuida bien de que su leyenda no termine saliéndole rana, como al siniestro personaje. Por eso esconde celosamente los arcanos de su arte: inventa alambicadas descripciones sensoriales, las memoriza y las expone con maestría actoral ante un público entregado. Pero su verdadero secreto inconfesable es que padece una galopante anosmia: el único olor que aún distingue, y a la legua, es el de su obsceno éxito.