TRAS EL MOSTRADOR, la chica de veintiséis años atiende al público con su eterna sonrisa. Podrá o no solucionar los problemas de cada uno, pero a todos cautiva con su amabilidad, y se lo agradecen. Salvo aquel individuo atrabiliario que presumía de sinceridad radical y que un día le preguntó si no le dolía la boca de tanto forzar la sonrisa. Ella respondió: Sonreír es muy fácil, señor, es una de las primeras cosas que aprendemos al nacer; lo difícil es encontrar cada día motivos para mantener la sonrisa, sobre todo con gente como tú, tío feo, pensó decirle. Pero no se lo dijo por no dejar de sonreír.