MAÑANITA DE VERANO. La brisa amable mira de reojo al bochorno que amenaza. La gente asalta los veladores. Un grupo de albañiles alborota juntando mesas y arrastrando sillas. Sólo callan cuando se ponen manos a la obra de alicatar las tostadas con jamón. En el silencio, uno de ellos mira a lo alto y da dos palmadas para ahuyentar de la acacia al gorrión que acaba de soltar una bomba en el epicentro mismo de su café. Gravedades del azar. Los colegas se carcajean, el ofendido se defiende: ¡También los pájaros desayunan!, saca el diamante con la cuchara, lo aparta y sopla el café para no quemarse.