EN SU CABEZA anidaba siempre una borrasca; unas veces de mansa lluvia, otras de rayos y truenos. Despertaba cada mañana de mal humor por razones tan espesas y antiguas que no las recordaría aunque quisiera. La realidad cotidiana había ido decapitando todos sus sueños de juventud y ya no le quedaban fuerzas para poner en marcha un nuevo día. Por eso amanecía amargado. Por eso había llegado a plantearse incluso dejar de amanecer. Entonces, por qué hoy de golpe se despierta con ganas de disfrutar de las cosas más insignificantes. No tarda ni medio segundo en recordar que ayer la biopsia dio negativo.