HE PASADO TANTO MIEDO que ni me atrevía a abrir los ojos. Cuando sentí a mi alrededor un caos de lamentos, gritos y discusiones, quise regresar a mi cómoda celda de clausura. Pero ya no había vuelta atrás. Nunca la hay. Sobre el embate acompasado de las aguas nos hiela la sangre otro oleaje, de indolencia, de odio, de infamia. Osábamos volver para mendigar a nuestros saqueadores unas migajas del botín, y nos cierran sus puertas y nos dejan morir de hambre. Solo a mí me han abierto los brazos. Por mi condición de recién nacido, dicen. Será que tienen más fe en el futuro que en su inmundo presente.