AGOTADORA LA JORNADA. Nueve horas de trabajo más cuatrocientos kilómetros de vuelta en el coche de la empresa. Todo el tiempo al volante —su compañero no conduce— y del tirón, para evitar detenerse a comer y así embucharse la media dieta. Cuando llegan le escuecen los ojos. Tres vueltas a la manzana y ni un aparcamiento. El frío enseña los dientes detrás de las ventanillas. Harto, decide aparcar invadiendo media curva. El compañero se lo recrimina: ¡Tío, has aparcado como el culo! ¿Verdad? ¡Pues por todas las veces que he aparcado como dios! Un municipal se acerca deprisa haciendo sonar el silbato.