LA TRAICIÓN SOLO ESTÁ JUSTIFICADA cuando se ejerce contra la maldad; si no, se ejerce contra la bondad o, en el mejor de los casos, contra la buena fe. La traición a la lealtad es el triunfo del egoísmo y la mentira sobre la confianza, otra manera de desequilibrar la armonía del universo en favor de la perversidad. Pero el traidor aún puede agravar su traición pidiendo al traicionado que le perdone. Parece un gesto reconciliatorio; no lo es, se acerca más al cinismo del narcisista. Es preferible la imbecilidad emocional del psicópata, incapaz de empatizar con nadie, a la desvergüenza de rogar al traicionado el perdón solo para poder dormir a gusto, para redondear la paz inmerecida del malvado que ni siquiera tiene el valor de aceptarse como es. Esa es la arrastrada condición de los traidores que reclaman ser perdonados. No sé si me explico, Narcisa, bicha mala.