
Para Norma Helsper, in memoriam
LA ANCIANA SE EQUIVOCÓ. Nunca debió admitir en su casa a semejante individuo. Desde el primer día se comportó como un niñato caprichoso, maleducado, insocial y arrogante. La dueña volvió a equivocarse al pensar que cambiaría, que tomaría nota del proceder de los demás inquilinos y acabaría adaptándose a las normas de la casa. Cambió, sí, pero a peor. Terminó actuando como si la pensión fuera suya y obligaba a la dueña a satisfacer todos sus caprichos. Hasta que la arrendadora se hartó y quiso ponerlo en la calle. Entonces el tipejo reaccionó golpeándola como una bestia desquiciada y, solo por el capricho de someterla, la violó. Nadie evitó el ultraje de la anciana dama. Ni siquiera los gansos de la casa aletearon escandalizados aquella vez. Durante unos días, el muy cerdo aún pudo sonreír mientras acariciaba su bigotito hitleriano de color zanahoria.