ANDA LA NOCHE HELADA, la calle se entumece, ni el tiempo pasa. Y de golpe, al son de una sirena muda, la vida despierta. Es una hora extraña para espabilarse. Parejas adolescentes surgen de esquinas y portales y aplazan el deseo. Un perro obstinado arrastra a su dueño al refugio del hogar. Una madre acomoda nerviosa al niño en el asiento trasero y el padre arranca y huyen como de una nevada o del mordisco de un incendio. Otro coche desaparca con espasmos de lagarto. Un trío de borrachos se despide y se esparce en turbias individualidades. Un macarra en pantuflas se anota un triple con la bolsa de la basura en el contenedor. El repartidor de pizzas regresa por fin a la tienda. El último bus corre a acostarse. Dos minutos más tarde la calle se ha dormido otra vez. Vuelve a no pasar nada. Reloj en mano, el miedo le tuerce el eje a la vida. Hay toque de queda.

Foto: José Antonio Lucia