EL LOBO DERRIBÓ LA CASA del viejo de un soplido gracias a la energía que le aportó zamparse a la abuela de Caperucita Al-Sayed, así que tuvo que migrar de Cisjordania a Occidente en busca de un techo a prueba de sionistas. El pelirrojo vino huyendo de la guerra de Siria: ni ciento un camellos podrían con la carga de sus penas y miserias. El negro arribó en cayuco desde el Sahel con un visado tipo B para una sola noche que encima se pasó currando. A los tres los expulsaron al día siguiente. Ellos alegaron que en Oriente se trata a los reyes fugitivos a cuerpo de rey. Les respondieron que aquí también, pero a los de verdad, no a los imaginarios, y menos aún a tres tristes pajes que ni trigo comían. Les dieron la espalda y, encarando vientos más favorables, vocearon: Welcome (rich) refugees! ¡vivid felices, hartaos de perdices y pagadlas a precio de oro!
