DEDICÓ DOS HORAS a elegir la ropa y tres a recortarse la barba. Se colocó el pelo al milímetro y pulverizó sus pectorales con la fragancia más exclusiva. El espejo sucumbió ante él, le dijo que sí, que estaba listo para ir a por la hembra que últimamente le enredaba los sueños. En la fiesta, copas, coca y amigos le animaron la lengua. Yendo hacia el salón compartió con ella el pasillo. Midieron distancias, intercambiaron boca a boca una sonrisa de propuesta, aplazaron objetivos menos urgentes… Hicieron retemblar las paredes del baño. De vuelta en casa, antes de irse a la cama dio a su madre dos besos, como cada noche. La anciana ingresó en la uci cuatro semanas más tarde, su mujer murió sin tan siquiera haber pasado por el hospital. Nunca se lo perdonará. O a lo mejor sí, la vida es larga. Al menos para él y sus ínfulas de seductor fatal. Y más ahora, pobre viudito.