CUANDO PASEN LOS SIGLOS, amada mía, tal día como hoy habré de levantarme antes que tú, prepararte un romántico desayuno y rescatarte del sueño con el aroma de un Malongo y un beso dulce en tus cálidos y aún durmientes labios. Bajo la complicidad de una rosa, haremos el amor, o, como dirá un poeta aún por nacer, él nos hará. Relajados al unísono cuerpos y almas, iremos a convertir mi ofrenda enamorada, un cheque regalo de El Corté Inglés, en caprichos y antojos varios. Ya de noche, cenaremos arrullados entre las cuerdas de un violín y las sombras danzantes de las velas. Por fortuna para mí, amada mía, el emperador ha ordenado que me corten la cabeza hoy, 14 de febrero, y así, santo y mártir pero muerto al fin, no tendré que aguantar tantas gilipolleces cursis como pasados los siglos, tal día como hoy, se han de celebrar en mi memoria. Tuyo hasta la muerte, Valentín.