COMO ERA MUY MALO jugando al fútbol, tú, el capitán del equipo de la calle, mi hermano mayor, me pusiste de portero; en algún sitio tenías que colocarme para no dejarme fuera, como probablemente era tu verdadero deseo inconfesable. Me concentré, afiné todos mis sentidos para no fallarte encajando un gol y esperé a que me llegara un solo balón con el que reivindicarme como portero ante ti. Hasta que me aburrí de esperar, me senté y empecé a dibujar con un palo en la arena. Los grandes seguíais jugando asfixiados, sudando entrega, mientras yo arañaba en el suelo la figura de un guardameta que evitaba un gol con un paradón espectacular. En un descanso del partido, te acercaste y alabaste mi dibujo. Te admiraba tanto que en ese momento decidí dedicarme al arte. Gracias a ti, ahora soy un pintor cotizado, y tú, el mejor portero del residencial de lujo donde vivo.