BRILLANTE AL DESNUDO EL TORSO, monta un caballo de blanco jacobeo con crines onduladas sobre un eco de colinas que flamean y se degradan hasta perderse en la bruma. El cielo destella turquesas de una pureza insolente y el sol se clava en el mediodía perfilando contra la hierba su silueta redentora. Sería todo perfecto si en realidad el cielo no se hubiera cuarteado en mil relámpagos, si la hierba no se hubiera convertido en broza, si el jamelgo no se arrastrara hundido por el peso de tanto patriotismo, si el héroe supiera montar el caballo con dignidad y respeto, si el humanismo no se obstinara en desmontar la épica de quienes cabalgan el odio. «Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid», reclamaba el adalid del regeneracionismo. Él, tan castizo, prefiere atrincherarse en su propio lema: «El Marca, la tasca y doble llave a todas las fronteras».