SU PALABRA ES LEY para miles de incondicionales que siguen con anteojeras sus opiniones en las redes sociales. Crítico, ácido, ingenioso, brillante… implacable con su tinta venenosa cargada de razones que hacen más mella en particulares, empresas y organismos de lo que sus responsables están dispuestos a admitir en público. Pero algunas cuentas de resultados y ciertos sondeos internos acallan a los escépticos: es una apisonadora capaz de convertir en gravilla la buena reputación de cualquiera —admiten a puerta cerrada—, y el que primero lo acepte y ponga pie en pared será quien al final salga victorioso de esta guerra. Parece que últimamente el «sin pelos en la lengua» ha abandonado las redes. Ha enmudecido como un mimo muerto. Ni se le oye ni se le lee. Algunos, los más sarcásticos, opinan que confundió el colutorio con un bote de crecepelo de la marca Asesor.