YO TAMBIÉN HE OÍDO A LAS GAVIOTAS cantar al romper el día «¡Vamos allá otra vez!». Y otra vez oigo volver a la playa voces que rompen el rumor ermitaño de la madrugada. En tierra abre la lonja donde ellos mismos son la mercancía. Los escultores de cuerpos vienen a recoger el premio a su constancia en miradas de envidia y deseo. En primera línea de mar, bajo sombrillas sin sombra, los abuelos exhiben como cancerberos sospechosos la recompensa a su vigilia. Las comadres intercambian confidencias con el océano a mitad de muslo. Los simpapeles merodean ofreciendo refrescos ocultos en alcantarillas cercanas. Más o menos así navegará también la tarde. Y cuando al fin regrese la noche, traerá de la mano el silencio, los peces volverán a atravesar en paz la inmensidad de mi vientre y yo podré sentirme otra vez el solitario mar de invierno que ahora tanto echo de menos.