NO SON NI LAS DIEZ de la mañana y ya le vence la amargura. Ayer le dejó su novia, ha dormido a tropezones y ha tenido pesadillas en las que se veía amistoso con sus enemigos, tolerante con sus puteadores y generoso con colegas que no merecen el éxito del que disfrutan solo por arrodillarse debajo de ciertas mesas. Hasta la mañana le lleva la contraria con su radiante puesta en escena. Por pura mala leche se carcajea leyendo un reportaje titulado «Tener perro ayuda a ligar». Ahí está él, solo, sentado en el banco junto a Chico. Pasan dos longevas damas chandaleras, la más vieja de las cuales exclama: «¡Qué guapo!». No reacciona, está acostumbrado a que piropeen a su chucho. Unos segundos después oye a la misma señora aclararle desconfiada: «Me refería al perro, ¿eh?». Él le gruñe: «¡Pues me acaba de romper el corazón, señora, ahora que me había alegrado usted el día!».