DISCULPEN, PERO YO ya estaba aquí cuando empezó la fiesta. Fueron ustedes quienes invadieron mi casa, ocuparon mis habitaciones y husmearon en los rincones más íntimos hasta rayar en la osadía. Quizá por eso, de pronto, en medio de la fiesta, empecé a sentir un malestar que me subía desde el vientre por el esófago hasta obligarme a vomitar. Y sí, vomité sobre todos, indiscriminadamente. No puedo lamentarlo, no dependía de mí, no tenía otra opción. ¿Acaso pueden ustedes reprimir una arcada? No. Si necesito vomitar lo haré, aunque arruine sus trajes de fiesta y alegría. No me siento culpable, no tengo por qué pedirles perdón, no soy ningún monstruo ni una fiera rugiente. Soy quien ya estaba aquí cuando ustedes vinieron a instalarse sobre los restos de mis últimos vómitos para celebrar su fiesta interrumpida. Como en un ciclo naturalmente absurdo, festivo y peligroso.