¡NO ME HABLES de ese médico! Le he llamado por teléfono y he tenido que contentarme con pedir algo contra la gripe a una enfermera, quien me dijo que pasara a buscar la receta por la mañana entre las ocho y las nueve. El médico no se pone al teléfono salvo en caso de gripe grave, y entonces te dice: “Saque la lengua y diga ‘aah’. Sí, lo oigo. Tiene usted la garganta inflamada. Le hago una receta. Buenos días”. Es así. A los médicos no se les molesta: te atienden exclusivamente por teléfono. No se lo reprocho. Al fin y al cabo, solo tienen dos manos, y con los tiempos que corren su número ha disminuido y están sobrepasados». Un mensaje en el móvil me saca de la lectura: «La pandemia colapsa la atención primaria». En el centro de salud los teléfonos fijos se desgañitan. Regreso al Diario de Ana Frank. ¿Por dónde iba? Ah, ya: «15 de marzo de 1944: ¡No me hables de ese médico!…