En mi trabajo hay fantasmas. ¡Como en todos!, me dirás tú, que eres de chiste fácil. Aclaro que el que suscribe trabaja en la Asamblea de Extremadura (otro chiste fácil, este sobre políticos). Pero es que, por lo visto, o por lo no visto, mis fantasmas son auténticos: espectros, ectoplasmas, ánimas en pena de los tiempos en que el edificio era hospital de indigentes. Unas apariciones tan de verdad que los de la tele han estado aquí cazando psicofonías y claroscuros de ultratumba. La autoridad competente los ha dejado grabar de madrugada en el palomar, en la biblioteca, hasta en el hemiciclo, supongo que con una autorización especial para atraer el dinero de turistas crédulos. Allá ellos. Este servidor de ustedes, triste subalterno del cupo, es ya mayorcito para seguir creyendo en cuentos de viejas. Pero, claro, qué se puede esperar de un discapacitado intelectual como yo.