Tránsito murió hace veintiséis semanas y ya no se acuerda de ella ni su único heredero, un detalle que corrobora la sospecha general de que el tiempo es el rey del opio. La ira, el espanto y la pena que se levantaron en armas contra la invasión rusa de Ucrania han envejecido en solo seis meses y ahora juegan aburridas al mus, mientras al fondo la tele habla de bombas remotas y de cómo el ogro loco de cada verano devora la montaña. En la tórrida penumbra forzosa, la clase media se abanica con la última factura de la luz y la inflación multiplica por uno coma dos su dolor de cabeza. No pasa nada, el tiempo todo lo sana. Por si acaso el tiempo se retrasa, voy a tomarme un par de aspirinas que compré, creo, hace un mes, pero descubro atónito que llevan cinco caducadas, como el dolor, el estupor y la rabia. Compro en Amazon una losa que reza: «Aquí descansa, o no, agosto del 22».