Un segundo tarda en disolverse entre quehaceres el enfado de una madre, la ilusión en un décimo de lotería y la dignidad en un traspié. En un segundo puede volverse promesa un compromiso, el desencanto en ira y en pura belleza un verso de Machado. Un segundo tarda una hilera de hormigas en permitirse el paso entrechocando las antenas y otro en pasar a dormir el sueño eterno un borracho soñoliento al volante. Un segundo duran el éxtasis del novelero y, según Cole Porter, el orgasmo de una pulga bien educada. Si se quiere, en un segundo se acaba una guerra, se rebajan los precios y se sube un diez por ciento la pensión no contributiva. Un segundo es el tiempo que tarda un amante en darse cuenta de que su amor ya no sirve ni para desatascar desagües. Todo, en un solo segundo. Puedo imaginar cuántas cosas te has perdido en el minuto que has dedicado a leer esta columna. Gracias.