SU GRAN PROPÓSITO para el año nuevo era darle a su vida un giro de 180 grados dejando de fumar y de beber. Pero ya el día 1 le despertó la misma cantinela decadente, elitista, del único concierto de música clásica que le gusta a la gente a la que no le gusta la música clásica, y que culmina en esa especie de reguetón del siglo XIX que es la Marcha Radetzky. Luego vino uno de los tres Reyes Magos —para qué más— con un par de regalos apáticos, previsibles, y la desilusión entubó sus propósitos en el vaso largo de la primera borrachera y la primera bocanada del nuevo fracaso. Pero ayer la sonrisa de su nieta recién nacida le animó a volver a los propósitos, así que ha comenzado el año dándole a su vida un giro de 540 grados: una vuelta entera confuso, buscando el norte, y otra media para cambiar de sentido y enfilar su nuevo rumbo, a ver si acaso. Y si no, pues ¡Feliz año viejo!