ELLOS REPITEN como un susurro hipnótico que una mujer libre, empoderada, no puede perder su independencia aherrojándose con la oxidada cadena que vincula su teta a su hijo, que sería como volver a caer en las servidumbre de la madre y la abuela, a quienes el heteropatriarcado convirtió en pasivos surtidores lácteos. Dicen más: que su niño no duerme bien porque la leche materna no le sacia, que no contiene los nutrientes necesarios y que a la larga esas carencias podrían acarrearle graves enfermedades de todo tipo. Ahora los científicos de verdad han demostrado las desalmadas manipulaciones de estas grandes empresas y sus obscenas ganancias envenenadas, y han dejado al aire las vergüenzas de la falsa propaganda: la leche sintética es incomparablemente peor para la salud de su cría que la materna. Yo juraría que además engorda la codicia más allá de los límites de la mala leche.