SUEÑA QUE CLAMA en el desierto: «Ha muerto el inmortal, el engañabobos, el trilero de la Justicia, el hechicero de los tiempos muertos. Ha muerto el panadero del circo, el mago del bajo vientre, el rey de la cara careta y el pelo pintado. Ya se disuelve en el mar el accidente, el golfo, la bahía donde encallaban todas las mujeres hermosas. Ya marcha hacia la nada el macero de la testosterona y la grosería friki. Dicen las ánimas que en vez de un óbolo ha pagado a Caronte millones para que lo transporte en yate de lujo a la orilla contraria del Estigia, y otro tanto al Can Cerbero para que lo aloje en el mejor rincón del Cielo, a la diestra del Padre; aunque, tratándose de él, si se puede elegir —ha dicho—, mejor cerca de las ángelas». Sus propias carcajadas lo sacan del burdo ensueño y comprende, frustrado, que se revolcaba en un espejismo: no es cierto que Trump haya muerto.