VOLABA COMO EL VIENTO al salir del cole para no perderse su serie favorita. Llegaba a casa, arrancaba de las manos de su madre el bocadillo de pan con mantequilla y se sentaba delante de la tele a devorarlo, aunque no con tanta hambre como el capítulo diario de «V». De hecho, dejaba de comer y se quedaba boquiabierta cada vez que aparecía en la pantalla la malvada Diana. Le indignaba que la comandante suprema de los reptilianos fuera tan hábil para ocultar su verdadera identidad alienígena e hiciera creer a todos que era un ser humano decente. Pero lo que más le espeluznaba era el momento monstruoso y cautivador en que engullía una enorme rata viva. Cuarenta años después, convertida en una mujer popular y situada por la ambición y el destino en el centro de una encrucijada angustiosa, revive en primera persona la infinita repugnancia de tener que tragarse su propia rata viva.