PUEDES NACER inteligente, carismática, ambiciosa. Puedes, además, tener la suerte de que se te aparezca Mefistófeles en esa encrucijada del camino donde los anhelos y el inconformismo se atraviesan, y aceptar su tentadora oferta de hacerte rica y famosa gracias a ese artefacto suyo —del demonio— que es a veces la televisión. Puedes incluso abrirles la misma puerta a tus hijas, extender a ellas tu pacto fáustico y que, aun sin tener tus capacidades, se hagan también célebres y vivan como princesas de alquiler removiendo los más íntimos rincones de los coreutas de la telebasura. Pero un día te agotarás, y querrás que nadie te vea como una máscara de lo que antes adoraban, y exigirás que el circo enmudezca, deje de aplaudir, cierre los ojos… y que respete el sagrado dolor de tus hijas cuando mueras. En ese preciso instante, Mefistófeles os recordará que tenéis firmado un pacto.