NO HA SIDO FÁCIL. Me ha costado noches enteras ante el ordenador y mucho tabaco de liar, pero lo he conseguido. He jaqueado el código de la aplicación de inteligencia artificial que desnuda fotos de chicas y lo he modificado hasta darle la vuelta: ahora la app, en vez de empelotar a la víctima, empelota al niñato que manipula su foto, y lo difunde por las redes. Lo cual confirma tres cosas: que soy un friki, que la pared que separa lo malo de lo bueno es igual de fina que el papel de fumar en el que me estoy liando este peta y que el bien y el mal no están en las herramientas, como la energía nuclear o la IA, sino en quien las maneja. Pero lo mejor de mi gamberrada es que ahora, junto a la del niñato, la app manda a las redes la foto en pelota picada del padre del canalla que se está haciendo millonario gracias a ella, con cara de idiota y la trompa del oso hormiguero colgando.