ELLA NO PASEA, ella simplemente se desplaza porque puede, y puede porque dispone de mecanismos de movilidad apropiados para dirigirse al destino establecido en su cerebro, un microprocesador de cinco núcleos gracias al cual se comunica con el mundo remoto, pero no con el que la rodea. Quizá por eso casi choca contra otro zombi. A su lado, dos patinetes eléctricos se esquivan por un pelo. La calle digital es un laberinto automático en el que se mueven ciegos sin perro ni bastón, y del que apenas puede salvarte que se agoten de pronto los datos de tu móvil y la vida se te congele. Entonces te quitas los auriculares y descubres que la noche está llena de silencio, levantas los ojos y ves una poderosa luna inflamada detrás de la niebla, inspiras y el aire huele a chimenea encendida. Y así, analógica, desposeída, humana, no te queda más remedio que disfrutar del paseo. ¡Una lástima!