NUESTRO CUARTO REY MAGO no se llamaba Artabán, se llamaba Paco. El Rey Mago Paco nos preparaba a sus hermanos menores para el gran momento cada noche desde mediados de diciembre. Cuando nos íbamos a la cama, en la habitación que todos compartíamos, con la luz apagada y antes de dormir, Paco nos daba instrucciones y repasaba las normas que debíamos cumplir meticulosamente en la noche de Reyes. Incluso nos tomaba la lección para asegurarse de que nos la sabíamos: despertar a los demás hermanos antes de encender la luz y antes de ir al salón a descubrir los juguetes, no poner en marcha la muñeca que canta, no disparar la pistola de mistos… si es que nos echaban algún juguete de estos. Luego los nervios daban al traste con todos los planes, pero ya habíamos aprendido del Rey Mago Paco la lección más mágica: que la ilusión de desear algo puede ser tan grande como la de alcanzarlo.