ME HAN REGALADO UN RELOJ INTELIGENTE más inteligente que yo, que sabe lo que me conviene mejor que yo y que está más pendiente de mí que yo. Tras cada hora que paso inmóvil me advierte de que tengo que levantarme y hacer torsiones o sentadillas. Si obedezco, me da unas palmaditas virtuales, y si no, me dedica un frío silencio de desdén. Aunque me despierte por las mañanas como un reloj de los de antes, no me quedo tranquilo hasta que me confirma que he descansado bien, y si me dice lo contrario, me siento de pronto agotado por la falta de sueño. Me cuenta cómo estoy del corazón, de la tensión, del azúcar y del colesterol y me riñe como uno de esos médicos talibanes que te echan la culpa hasta de hacerte viejo. Anoche, su aviso de que debía recargarle la batería me arrancó una sonrisa malévola. Todos sus ruegos fueron al fin inútiles. ¡Negro yace ahora el tirano en mi muñeca!