Y DIOS CREÓ A TODOS LOS ANIMALES, y les dijo Pedidme un solo deseo y os lo concederé. El león dijo Quiero ser el rey de la selva, y Dios se lo concedió. El guepardo dijo Quiero ser el más rápido, y Dios se lo concedió. El elefante dijo Quiero ser el más grande, y Dios también se lo concedió. Así fueron todos pidiendo su deseo, hasta que le tocó el turno a la jirafa, y la jirafa le pidió a Dios ser la más sabia. Dios respondió: Entonces no hablarás, solo escucharás. Por eso la garganta de la jirafa no emite ningún ruido, porque el sabio escucha, calla y oculta su dolor a la gente a la que ama. Finalmente, Dios preguntó al hombre, y el hombre dijo Yo quiero ser el más rico. Dios torció el gesto y le contestó: Lo serás, y dominarás el mundo, para su desgracia. Y cuando Dios envió el Diluvio Universal, el hombre se enriqueció cobrando comisiones por traficar con manguitos de plástico.