SUEÑO QUE LA VENTANA DE MI HABITACIÓN está cegada por la inmundicia, entrapada de gusanos e insectos, incluso cuelga del dintel un murciélago momificado. Hay una tortuga en el alféizar que quiere huir del horror y que apenas logra avanzar, conque la ansiedad y la claustrofobia me superan. Intento abrir la ventana arrancando trizas de madera podrida, desalojando orugas, ahuyentando a manotazos escarabajos voladores. Por fin entreveo la luz del día, pero no es un sol luminoso, sino un cielo plúmbeo que anuncia tormenta. Dice mi psicóloga que tengo que ordenar urgentemente la cabeza, limpiar mi mente y liberarme del estrés, que debo huir de la desazón que me agobia. Pero ¿dónde busco la tranquilidad —le digo—, si el mundo exterior es aún peor que mi habitación llena de bichos y yo mismo soy la tortuga de mi pesadilla? Me ha derivado al psiquiatra. Para junio. Del año que viene.