TODOS ESTAMOS CANSADOS, ellos y yo. Ellos, agotados de deambular y arrastrar su pena por el barro; yo, desbordado de sus lágrimas, del eco de sus gritos sin respuesta, del temblor del reportero que informa sobre gente muerta y desaparecida. Y de las familias que esperan exhaustas, rumiándose entre temores que en estas desgracias la esperanza suele acabar en frustración. Todos estamos cansados. Cuando noto que el sueño ya me lleva, me deslizo en la cama y apenas alcanzo a apagar la luz antes de perderme en las profundidades de la inconsciencia. Aunque al poco regreso para ser ahora yo quien se arrastra por el fango pidiendo ayuda, buscando desesperadamente entre los muebles amontonados en mitad de la calle el interruptor con el que apagar tanta tragedia. Y cuando al fin creo haberlo encontrado, veo que solo queda el cable pelado del que lo han arrancado gestores y saqueadores.