EL BARBERO DEL PUEBLO SIEMPRE TUVO una paciencia rocosa para escuchar las confidencias de sus clientes. Vecinos de toda índole se han dejado en la silla durante años sus secretos al clic-clac de las tijeras. Pero ya es viejo y quiere disfrutar de lo que le quede sin el agobio de una pensión miserable. De un tiempo a esta parte van y vienen rumores de que el barbero ha perdido la cabeza y que anda por ahí echando al aire los secretos que guarda en su memoria incontinente. Cada palabra suya es una amenaza para la buena reputación del pueblo, así que alguien ha propuesto encerrarlo en una residencia privada de la ciudad pagada entre todos. Nadie se ha negado a arrimar el hombro a tan humanitaria causa. Instalado en una cómoda habitación, el barbero disfruta en silencio de sus recuerdos y de su pensión íntegra. Sólo recae en la verborrea cuando algún paisano viene a ver si mejora.