Con un par
FUE UNO DE ESOS MOMENTOS CON LOS QUE TEMES TOPARTE porque luego no te lo sacas de la mente ni atiborrándote de Disney, uno de esos encuentros que te cambian la curva vital de convexa a cóncava y transforman tu sonrisa en una mueca circunfleja. Despreciando mi indigencia y mi angosto espacio vital, una pareja ha okupado el balcón del piso donde malvivo, concretamente los bajos del sillón de mimbre. Llamé a ChaOkupas. Volaron al olor del dinero: «¿Desalojar a éstos?», todavía se están desternillando en mi cara, los matones de pacotilla. Al rato aparecieron unos apóstoles del buen rollo, miraron y dictaminaron que cerrara con mucho cuidado la puerta del balcón «Para no molestar a los nuevos vecinos —se negaron a llamarlos okupas—. Son cernícalos primilla y están incubando un par de huevos». «Coño —exclamé sin querer—, cuarenta años llevo yo incubando los míos y no molesto a nadie».