MADAME BALSA ES ENCANTADORA, pero demasiado ligera de cascos para guardar un secreto. El señor Ébano siempre llega tarde, su silencio impone y su elegancia predispone. La señora Roble aguanta lo que le caiga, pero no cede un milímetro ni en la razón ni en el amor. Caoba se cotiza caro, solo acude a salones de tenue luz y conversaciones cultas. El joven Pino es simpático y sencillo, aunque a veces huele a ansiedad recién cortada. La señora Teka resiste temporales y torpezas, pero nadie aprecia su clase hasta que ya no está. M. Marfim presume de alta cuna, seguro que acaba sin gloria entre muebles de oficina. El señor Contrachapado va siempre impecable y lustroso, pero procura no hablar para que no se note que por dentro es todo serrín. Y luego quedo yo, Modesto Petulante, que llegué a creerme nogal y apenas soy un palé reciclado con el barniz justo para disimular la impostura.