HA LOGRADO QUE VUELVA A FUNCIONAR. Durante décadas estuvo parado en las cinco y doce minutos, quizá de la mañana, pero no lo sabe. Tal vez se detuvo de madrugada, mientras todos dormían, o tal vez fue por la tarde, cuando ya no quedaba nadie en casa y cada uno andaba a lo suyo. En cualquiera de los dos momentos, la casa cayó en un mutismo que sólo se rompió con el regreso de la vida cotidiana. Pero el reloj nunca volvió, pasaron incluso días antes de que alguien echara de menos su tictac o sus campanadas, discretamente solemnes, y lo desahuciara. Con el tiempo, también quienes habitaban la casa fueron deteniéndose y quedando en silencio. Ahora, tantos años después, él ha logrado que el reloj vuelva a funcionar. Y como el niño feliz que regresa a su casa de siempre, durante un instante ha soñado que con el del reloj regresaban también por Navidad todos los sonidos de la casa.