CONSOLAOS, SANTOS INOCENTES a quienes la diosa Fortuna del doble bombo ha ignorado un año más, escuchad a doña Inés y cesad en vuestros cantos funerales: sólo la verdad desnuda espantará a los espectros ilusorios que os hacen concebir esperanzas donde no hay sino timo y despojo. Yo proclamo que la buena suerte no es una lotería que a algunos beneficia y a otros no, ni siquiera un ciego capricho. El sorteo de Navidad que en estas fechas «extrañables» os hipnotiza es una trampa más de este Gobierno falaz e irredento. Doy fe de ello como el humilde actor que durante décadas he interpretado a las puertas de distintas administraciones de lotería al mismo personaje agitador de botellas de cava, riente desaforado, desbordado por la alegría, con tal de que, verdes de envidia, siguierais comprando décimos y billetes. Ahora que me he jubilado con una mísera pensión puedo contaros la verdad.