ANOCHE DISCUTIMOS hasta que ya de madrugada nos venció el orgullo cerril y el dolor de mandíbulas apretadas. Esta tarde, cuando dormíamos la siesta separados por un muro de estupidez, nos han despertado dos manifestaciones encontradas que gritaban en la calle. Unas increpaban a los machistas, otros a las feminazis. Nadie escucha al contrario que grita en una manifestación, gritamos para oír nuestra propia voz rebotando en los que piensan igual que nosotros y en contra de quien no nos escucha. Las voces de ambos bandos despertaron a los mellizos, y ahora gritan más fuerte que la calle. Quizá tú y yo nos merecemos el ruido y la furia por magnificar nuestras mínimas diferencias. Pero ¿y los mellizos?, ¿quién calma a esta niña y a este niño que hasta ahora no conocían la cólera?, ¿quién les asegura que las guerras de género no acabarán robándoles los sueños también en el futuro?