LA SOLEDAD DE SU RECIENTE VIUDEZ le impulsaba a inventarse quehaceres, como comprar comida que no necesitaba o visitarla en la oficina para resolver alguna duda que en realidad le daba igual. Tenía una sonrisa tan cariñosa que una vez se atrevió a decirle que su cara le recordaba a la de la virgen de su pueblo. El viejo presentía que la molestaba demasiado a menudo, y a modo de compensación cada año por estas fechas le llevaba una caja de figuritas de mazapán. Ella disfrutaba la secreta fortuna de tener aún viva a su madre, a diferencia de la mujer de aquel anciano, mientras él le dejaba entrever la caducidad, más o menos inminente, de su regalo: «Si una Navidad no le traigo figuritas será porque ya no estoy por aquí». El año pasado fue el primero que faltó. Pero este año, que ha perdido a su madre, ha vuelto a encontrar sobre su mesa de despacho una caja de figuritas de mazapán.