UN PASAJERO QUE IBA A TOMAR aquel fatídico vuelo de American Airlines salvó la vida porque pretendía viajar con su perro y las normas de la compañía se lo impidieron. Es inevitable pensar en el destino, la buena y la mala suerte y, lo más fascinante, elegir de entre estas dos opciones la que nos cuadre mejor: ¿a qué le debe la supervivencia este afortunado ciudadano, a su perro o a las normas de la compañía? Los románticos animalistas se decantarán por el perro, pese a que el animal tiene en esto la misma influencia que un bote de insecticida, también prohibido en el avión, pero con la diferencia de que el bote ni te lame la cara ni te pone ojitos, así que sería de locos atribuirle propiedades salvíficas. Nos empeñamos en explicar la vida y la muerte con supersticiones, en vez de con la contundente e incontestable realidad: si este hombre salvó su vida es porque estaría de Dios.