NO ESTABA DE ACUERDO, y hasta se atrevió a esbozar una discusión que el jefe atajó elevando la voz para imponer por bemoles su redacción rimbombante: «Comunicado al vecindario: Debido a la realización de la pintura del patio de la comunidad, se ruega a los vecinos que mientras dure el proceso de pintado del mismo no cuelguen ropa en los tendederos que dan al patio para evitar que se manche y facilitar el trabajo de los operarios. Muchas gracias por su colaboración y perdonen las molestias». Pegó con celo el papel en la pared del ascensor, luego volvió a leerlo, arrugó la nariz, negó con la cabeza, rebufó y lo despegó de un tirón. Sacó su bolígrafo y escribió en el reverso: «Aviso: Estamos pintando el patio, no cuelguen ropa en los tendederos, que se puede manchar y molesta a los pintores. Gracias». Lo pegó de nuevo mientras farfullaba: «¡Aprende a hablar claro, pedante de mierda!».