DOMINGO DE RAMOS. Tras la misa de doce, los fieles se acercan al montón de olivo que el párroco ha dispuesto para ellos. La madre advierte a su hija: ¡No cojas tanto, que luego te da la alergia! La pequeña se sobresalta: ¡Cómo me va a dar la alergia, si es Dios! La madre no sabe qué responder y prefiere mirar a otro lado, pero la amonestación queda colgando del aire tibio como un enigma teológico insondable. En la puerta de la farmacia, heterodoxo, científico y republicano, el boticario piensa: Deberíamos ajustarnos bien las dosis de Dios para evitar alergias, interacciones y efectos secundarios no deseados.