ACABAN DE DECIRME que mi hijo tiene cáncer. ¡Mi hijo, el mío! No el hijo de otro, que es lo que hasta ahora ocurría siempre. He sentido que alguien me ha elegido como víctima en un acto de injusticia terrible. ¿Quién se venga de mí y por qué? ¿Quizá por algún error tan antiguo que ya ni me acuerdo? Desgraciadamente, no puedo echarle la culpa a un destino en el que nunca he creído. Todo lo que se me ocurre para ayudar a mi hijo de mi alma es donar a la Asociación de la Lucha Contra el Cáncer Infantil algún millón de los que les hemos estafado en los últimos años haciéndonos pasar por ellos.