EL PUÑO A TOPE y la moto no da para más, y encima se va en las curvas. Tendría que cambiarla, pero de dónde, si no puedo ni planteármelo. Bastante tengo con que no me despidan en la empresa: a la mayoría de las entregas llego por los pelos. Por los pelos se libra de acabar en urgencias: semáforo en ámbar, duda qué hacer, decide jugársela, se encoge de hombros y pasa en rojo. Un violento frenazo a su izquierda. Suspira. Menos mal. El cliente no perdonaría un minuto de demora en la entrega del envío: una cajita agujereada con su campeón, a punto de tomar la salida en la gran carrera anual de caracoles.