COMPARTÍAMOS PASEO bajo el tibio sol de primavera cuando nos traicionó una ráfaga de viento helado. El horizonte empezó a ennegrecerse y al poco reventó la tormenta, un rayo incendió un árbol y carbonizó la bandera que flameaba en su copa. El fuego danzó de bandera en bandera, de copa en copa, y se propagó por todo el bosque formando un muro insalvable de llamas que lo dividió en dos. Algunos murieron abrasados, otros sobrevivimos rodeados de llamas. Todavía hoy. Desde su montaña de oro, el gnomo dueño del bosque sopla para avivar el incendio, mientras sonríe pensando en la indemnización del seguro.