CONDUCES TAN CANSADO que te sientes el único ser vivo sobre la Tierra. La madrugada te acuna, cierra tus ojos y entona para ti una nana mortal. Por suerte, el brillo de un luminoso te espabila justo antes de que te salgas de la carretera y choques contra alguno de los árboles que la flanquean. Quizá se trate de una señal de limitación de velocidad. Pero no, el letrero se dirige a ti con una alusión tan directa y enigmática que resulta impropia de un simple anuncio de carretera. Y sin embargo hay una razón: alguien se ha salido de la calzada y se va estrellar contra un árbol. Tú. Puede que te mates, pero morirás aureolado con el prestigio de ser el director de la agencia de publicidad que ha diseñado la campaña de la que todo el mundo habla, el brillante cerebro que, desde el arcén, con luces led te recuerda: «Descansa. No conduzcas con sueño. Eres el dueño de tu destino».